Bas (lo de abajo...)
01.02.2016
La sociedad de consumo abunda de
deshechos. La sociedad capitalista es un gigantesco arsenal de mercancías.
Mercancías vivas y mercancías muertas. 40% de la comida que se compra, se bota
en USA. No será ciertamente el caso de las sociedades no opulentas, pero la
basura es una marca del nivel de consumo.
Un principio que me parece
general y que como lo dije ayer, en mi primera reunión, tiene que ver con la
intuición. Apunto que la basura, en tanto deshecho, no tiene al contrario de lo
que han postulado los promotores de un traspaso del problema a la esfera
individual (siguiendo la lógica del mercado), un interés de “retratamiento”, al
menos no en las condiciones en que nos relacionamos en la actualidad con ella.
El “reciclaje”, no activa los intereses que la propaganda nos ha hecho imaginar
y la gente no concibe como una cuestión “natural” ocuparse de nuevo, de lo que
son sus desechos.
Habría que transformar la basura
en una nueva cosa y eso no se puede hacer de manera individual y desde luego no
en las condiciones actuales en las que nos relacionamos con ella.
Simbólicamente, los deshechos deben asociarse con la muerte: nadie trata a sus
muertos de manera individual: el ser humano recupera su ser social cuando
pierde la ilusión de la vida. De la misma manera, el tratamiento de los
deshechos es tan ajeno a cada uno de nosotros, “naturalmente”, como lo es el
excremento: es precisamente lo que se expulsa porque no lo queremos, porque no
lo aprovechamos. La relación de la basura con la marca que le ha impuesto la
sociedad de clases, en que se asocia con la pobreza, es otro punto que va en la
misma dimensión que señalo. Más aún, consideremos que en la sociedad de castas
de la India, por ejemplo, a las tres castas tradicionales de los detentores del
saber (Brahman), del poder (Ksatriya) y de los productores (Vaisya), se agregan
los “intocables” (Sudra), los que recogen la basura…
De tal manera, se perfila la
atención sobre un problema complejo, que no será resuelto de acuerdo a la
lógica con que se ha enfocado de manera tradicional en nuestro medio, copiando
los comportamientos de poblaciones culturalmente conscientes y con tradiciones
de vida comunitaria y participación en tomar nuestras cosas en mano, como son
los anglo sajones. Agreguemos que la sociedad nuestra, estructuralmente
fragmentada, y exitista, asocia la basura (como en las castas de la India) con
la pobreza, es decir, con lo que nadie quiere… Excluyo, de esta reflexión, por
cierto el porcentaje menor de quienes son conscientes, por motivos más o menos
espirituales, -más que políticos- y que si quieren tomar acciones en sus manos.
Las causas y sus consecuencias, así como las conductas esperables y la manera
en que ellas determinen los resultados obtenidos, entonces, son múltiples y profundas:
históricas, antropológicas, sociológicas… lo que me hacen creer que ninguna
evaluación, arrojará resultados como se esperaría, a no ser que se manipulen
los instrumentos para obtener lo que queremos: ver por ejemplo, que las
encuestas sobre las opiniones de la gente, que gatillan el ejercicio que nos
convoca, –en rigor y sin considerar los antecedentes de psicología profunda que
esbozo-, dan una suerte de empate técnico, con 50 y 50 (+ - 10…), lo que más
que indicar una división de opiniones, indica una población que no la tiene…
Haremos una evaluación de lo que se ha hecho, y está bien, pero los resultados
tendrán el sesgo que señalo: se ha operado sobre la base de una cuantificación
que a ese nivel no opera.
Desde la perspectiva de la
continuidad del proceso, planteo la hipótesis tecnológica: hay que buscar un
sistema eficiente de reducción de la basura a nivel de las comunidades del
edificio. Una tecnología importante y suficientemente desarrollada, que impacte
a la gente y que permita la participación ciudadana sobre la base de un salto
real y no, con el “premio” de un “sello verde”… Por otra parte, ello permitiría
implementar toda una serie de mecanismos y herramientas asociados a la
generación de conciencia y conocimiento específico de las herramientas de
tratamiento que pretendiéramos implementar.
En efecto, en términos del
análisis simbólico, no podría escapársenos que el fenómeno del Cambio Climático
que nos envuelve y nos atrapa, al tiempo que nos convoca (es realmente un
asunto de Campo…), es también uno de los efectos del “deshecho” y que lo que
nos afecta, son finalmente sus efectos en los diferentes ámbitos de nuestras
vidas. En efecto, las Emisiones de Gases Efecto Invernadero (GEI), no sólo
aparecen como el contexto general de ésta problemática y como una de sus
eventuales soluciones, al nivel que lo consideramos (ya volveremos sobre ello),
sino que tienen una relación intrínseca, “homeopática” (como diría George
Frazer, en la Rama Dorada) con la basura que generamos, nosotros, los mismos
humanos. El tratamiento simultáneo y paralelo, de estas dos dimensiones, bien
que nos llame a la relación como un medio para resolver la problemática que
enfrentamos, tiene un centro de conexión común, que hace que el espíritu humano
que nos convoca, encuentre fácil su asimilación, y los elementos que pondremos
a su servicio.
Establecidas estas dos
dimensiones del problema (uno: que las personas no quieren volver sobre su
basura y dos: que basura y GEI, comparten ambos el ser desechos), veamos cuales
son los elementos con que contamos para avanzar en las posibles vías de
solucionar los problemas que enfrentamos.
Desde luego, nuestra época se
caracteriza por manifestar a nivel local, lo que son asuntos de naturaleza
internacional y así, es también parte de nuestra necesidad, el alimentar tanto
nuestras reflexiones, como la búsqueda de las soluciones que eventualmente nos
permitirían resolver los problemas que se nos plantean, haciendo uso extenso de
las reflexiones y elementos que la investigación y la comunidad científica y
empresarial contemporánea internacional nos pone al alcance. Es así que junto a
inscribir el tema en la perspectiva simbólica del Cambio Climático, nos debemos
a explorar, por una parte, las variables y formas concretas en que los distintos
países están afrontando el problema de la basura y su tratamiento, tanto para
lograr una adecuada comprensión, como por las posibilidades que el desarrollo
de los distintos instrumentos y nuevos enfoques de la comunidad internacional,
nos ponen al alcance. Consideremos de manera concreta pues, y esbocemos un
análisis del reciente Acuerdo de Paris y conectémoslo con el Plan de Adaptación
que nosotros mismos hemos generado en nuestro país. Ambos tienen como uno de
sus núcleos centrales, los resultados del AR5 del IPCC, del año pasado.
Avancemos por el momento, que el
acuerdo indica una clara orientación, más que un compromiso vinculante, de
todos los países, -es decir del giro del planeta: es como un mapa del tesoro…-,
a cambiar las formas generadoras de energía desde la explotación de los
Hidrocarburos Fósiles (HCF), a las Energías Renovables No Convencionales
(ERNC), sobre la base del reconocimiento científico. Esto implica varias
cuestiones de las que subrayo las más importantes: en primer lugar, el reconocimiento
(tardío, insuficiente, melifluo y poco decidido, pero al mismo tiempo claro y
absoluto), que el calentamiento de la tierra es un proceso desencadenado por
las formas productivas y de consumo que ha generado el capitalismo y que es
necesario cambiar –si no en su esencia: que es una respuesta, hasta aquí
minoritaria pero que no obstante, irá probablemente creciendo: sistémica,
buscando sus causas, más que modificando sus manifestaciones-, en sus formas de
generación de energía y ello a través de la búsqueda innovativa de soluciones
que utilicen las herramientas quede que disponemos, tanto como de aquellas que
aún desconocemos, tanto porque existen y no se han socializado, como porque no
han sido aún inventadas.
Así, tenemos una tercera
consecuencia dela COP21 (reconocimiento de las causas, acento en las
dimensiones éticas o espirituales y) búsqueda acendrada de innovación en todas
las áreas. Esta última esfera, reviste una importancia particular, por cuanto,
está dotada de financiamiento.
Lo recién establecido, parece ya
claro, desde las etapas previas de redacción del AR5 del IPCC (2014), que plantean una
atención particular a la incorporación de las nuevas tecnologías en la solución
y respuestas eventuales. Esto mismo ya ha sido –a los pocos días del fin de la
COP21-, planteado de manera específica por V.Putin y está implícito en la
reducción del Art 10 del APA (Desarrollo y Transferencia Tecnológica), que
llama a fortalecer las acciones cooperativas sobre desarrollo tecnológico y
transferencia de tecnología. Es digno de notar que se ha creado un “Mecanismo
de tecnología” bajo la convención, para cumplir con éste acuerdo y que se ha
establecido un “Marco Tecnológico”, sobre la base de una “visión de largo
plazo” que permita realizar plenamente las tareas propuestas.
No cabe duda que parte importante
de la complejidad que implica la sociedad de la información (no resulta
evidente que hayamos tenido éxito en transitar desde ella al paso superior que
se había planteado como la Sociedad del Conocimiento…), consiste y ello es
particularmente así desde el aparato del Estado, en hacer coincidir diferentes
ámbitos de atención de esa política pública y así generar la sinergia de la
convergencia en el ámbito de los distintos instrumentos disponibles.
Una mirada que trascienda las limitaciones de
una realidad fragmentada epistemológicamente y en la objetivación de las
instituciones sectoriales que la reproducen en la política pública, en aras de
una visión sistémica, debe asimismo contemplar una coordinación efectiva y
programática con dimensiones intrínsecamente vinculadas, como salud, economía,
educación, MA, etc. Y esto debe ser parte de un plan operativo desde el
principio.
Visitemos éste sitio… e iniciemos
la operación de un capítulo por Cybercultura…
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